No país de maior instabilidade política da América do Sul, acostumado a sucessivos golpes de Estado – 194 golpes e tentativas fracassadas em 199 anos de história – as instituições democráticas da Bolívia resistiram a uma tentativa burlesca de golpe de Estado, a desastrada operação do general Juan José Zúñiga para afastar do poder o presidente Luís Arce. Quando os tanques chegaram à praça Murillo, em frente ao Palácio do Governo, a população foi às ruas em defesa do presidente e da democracia, todas as lideranças políticas do país e quase todas as nações do mundo condenaram o golpismo. Entre os opositores que repudiaram a aventura golpista estão a ex-presidente Jeanine Añez, que se autoproclamou chefe de Estado depois que Evo Morales foi obrigado a renunciar a um quarto mandato, em 2019, e o líder da oposição de direita Luís Fernando Camacho, ex-candidato a presidente, conhecido como o Bolsonaro boliviano.
Num momento em que vários analistas e cientistas políticos manifestam desconfiança na estabilidade da democracia, ou prenunciam mesmo a sua morte, observando o crescimento da extrema-direita no mundo, as instituições democráticas mostraram resiliência num dos países mais improváveis, na pequena Bolívia, tão viciada em golpe e rupturas institucionais. Embora não se possa concluir que a democracia esteja consolidada na Bolívia, bem longe disto, o país deu uma lição ao mundo com a reação da população e a imediata e dura reação dos líderes políticos. Desde 2019, com as denúncias de fraude nas eleições (confirmadas pela auditoria da OEA-Organização dos Estados Americanos) que levaram à renúncia de Evo Morales ao quarto mandato, este mesmo, considerado inconstitucional, a Bolívia vive uma intensa polarização política, que se agravou quando o ex-presidente anunciou sua candidatura nas eleições presidenciais do próximo ano. Vale lembrar que o general Zúñiga foi demitido do ministério do Exército depois que ameaçou impedir que Morales voltasse ao poder. O presidente Arce não poderia aceitar esta declaração ameaçadora do seu ministro, que, além de tudo, era completamente desnecessária porque Evo Morales está impedido de se candidatar desde que o Tribunal Constitucional Plurinacional da Bolívia suspendeu o mecanismo de reeleição indefinida de um presidente.
Por enquanto, a democracia foi salva na Bolívia, embora os fatores de instabilidade persistam. Mas o fato de ter havido uma completa convergência de todas as lideranças políticas do país numa rápida e contundente condenação do golpe, permite acreditar no fortalecimento das regras democráticas na Bolívia, levando as diferenças e disputas políticas para o terreno apropriado do jogo democrático e dos processos eleitorais.
Fin del calvario para Assange
EL PAÍS 26/06/2024
Es una buena noticia que acabe la persecución al fundador de Wikileaks, aunque haya tenido que aceptar su culpabilidad
El acuerdo alcanzado con la justicia estadounidense por el creador de WikiLeaks, Julian Assange, que pondrá fin a su persecución judicial supone no solo la puesta en libertad del hacker australiano sino la clausura de un proceso que iba más allá de una injusta situación particular porque se había convertido en una referencia mundial contra el intento de coaccionar la libertad de información.
Assange, de 52 años, sobre el que pesaba una petición de extradición de Estados Unidos a Reino Unido —donde permanecía en prisión hasta el lunes, cuando quedó en libertad—, se ha declarado culpable de un cargo de violación de una ley de espionaje estadounidense —aplicada raramente y nunca a periodistas— por su papel en la obtención y publicación en 2010 de documentos militares y diplomáticos clasificados.
Se trata de un delito castigado con hasta 10 años de prisión, aunque lo previsible es que la condena final no alcance ese número y sea además condonada debido al tiempo que el responsable de WikiLeaks ya ha pasado en la cárcel. EE UU renuncia así a su estrategia de acusar a Assange de 18 delitos, uno por intromisión en un ordenador de propiedad federal y otros 17 contra la ley de espionaje. Unos cargos por los que podría haber sido condenado a 175 años de prisión después de que Washington diera garantías a Londres de que no se le aplicaría la pena de muerte.
Parte del material objeto de la persecución estadounidense fue publicado, en una operación coordinada, por varios de los principales medios del mundo, The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS, en lo que supuso una de las mayores revelaciones periodísticas mundiales sobre los objetivos y métodos del Departamento de Estado de EE UU, destapando en ocasiones hechos y políticas que tenían poco que ver con la versión oficial dada desde Washington. Se trató, por tanto, de un ejercicio del legítimo derecho a la información en las sociedades democráticas.
Desde entonces, la reacción de las diferentes administraciones estadounidenses —republicanas y demócratas— se había convertido en la piedra de toque de una estrategia que, amparada nominalmente en el procesamiento de un individuo concreto, trataba en realidad de amedrentar a los medios de comunicación.
Queda aún por culminarse el acuerdo judicial y que la situación de Assange —que ya está, libre, en Australia— esté definitivamente resuelta, pero, en cualquier caso, ha terminado un calvario personal después de 11 años de procesos judiciales, diversos encarcelamientos y siete años de refugio en la embajada de Ecuador en Londres, durante los cuales fue objeto de espionaje las 24 horas al día, según reveló EL PAÍS.
Aunque con el sabor agridulce de que Assange haya tenido que declararse culpable de un delito de espionaje que siempre negó —con las implicaciones que esto pueda tener en futuros casos similares—, es una excelente noticia el fin de la persecución de una figura clave de la libertad de prensa en un momento en el que el derecho a la información está muy amenazada a nivel global.
Fin del calvario para Assange
EL PAÍS 26/06/2024
Es una buena noticia que acabe la persecución al fundador de Wikileaks, aunque haya tenido que aceptar su culpabilidad
El acuerdo alcanzado con la justicia estadounidense por el creador de WikiLeaks, Julian Assange, que pondrá fin a su persecución judicial supone no solo la puesta en libertad del hacker australiano sino la clausura de un proceso que iba más allá de una injusta situación particular porque se había convertido en una referencia mundial contra el intento de coaccionar la libertad de información.
Assange, de 52 años, sobre el que pesaba una petición de extradición de Estados Unidos a Reino Unido —donde permanecía en prisión hasta el lunes, cuando quedó en libertad—, se ha declarado culpable de un cargo de violación de una ley de espionaje estadounidense —aplicada raramente y nunca a periodistas— por su papel en la obtención y publicación en 2010 de documentos militares y diplomáticos clasificados.
Se trata de un delito castigado con hasta 10 años de prisión, aunque lo previsible es que la condena final no alcance ese número y sea además condonada debido al tiempo que el responsable de WikiLeaks ya ha pasado en la cárcel. EE UU renuncia así a su estrategia de acusar a Assange de 18 delitos, uno por intromisión en un ordenador de propiedad federal y otros 17 contra la ley de espionaje. Unos cargos por los que podría haber sido condenado a 175 años de prisión después de que Washington diera garantías a Londres de que no se le aplicaría la pena de muerte.
Parte del material objeto de la persecución estadounidense fue publicado, en una operación coordinada, por varios de los principales medios del mundo, The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS, en lo que supuso una de las mayores revelaciones periodísticas mundiales sobre los objetivos y métodos del Departamento de Estado de EE UU, destapando en ocasiones hechos y políticas que tenían poco que ver con la versión oficial dada desde Washington. Se trató, por tanto, de un ejercicio del legítimo derecho a la información en las sociedades democráticas.
Desde entonces, la reacción de las diferentes administraciones estadounidenses —republicanas y demócratas— se había convertido en la piedra de toque de una estrategia que, amparada nominalmente en el procesamiento de un individuo concreto, trataba en realidad de amedrentar a los medios de comunicación.
Queda aún por culminarse el acuerdo judicial y que la situación de Assange —que ya está, libre, en Australia— esté definitivamente resuelta, pero, en cualquier caso, ha terminado un calvario personal después de 11 años de procesos judiciales, diversos encarcelamientos y siete años de refugio en la embajada de Ecuador en Londres, durante los cuales fue objeto de espionaje las 24 horas al día, según reveló EL PAÍS.
Aunque con el sabor agridulce de que Assange haya tenido que declararse culpable de un delito de espionaje que siempre negó —con las implicaciones que esto pueda tener en futuros casos similares—, es una excelente noticia el fin de la persecución de una figura clave de la libertad de prensa en un momento en el que el derecho a la información está muy amenazada a nivel global.
Fin del calvario para Assange
EL PAÍS 26/06/2024
Es una buena noticia que acabe la persecución al fundador de Wikileaks, aunque haya tenido que aceptar su culpabilidad
El acuerdo alcanzado con la justicia estadounidense por el creador de WikiLeaks, Julian Assange, que pondrá fin a su persecución judicial supone no solo la puesta en libertad del hacker australiano sino la clausura de un proceso que iba más allá de una injusta situación particular porque se había convertido en una referencia mundial contra el intento de coaccionar la libertad de información.
Assange, de 52 años, sobre el que pesaba una petición de extradición de Estados Unidos a Reino Unido —donde permanecía en prisión hasta el lunes, cuando quedó en libertad—, se ha declarado culpable de un cargo de violación de una ley de espionaje estadounidense —aplicada raramente y nunca a periodistas— por su papel en la obtención y publicación en 2010 de documentos militares y diplomáticos clasificados.
Se trata de un delito castigado con hasta 10 años de prisión, aunque lo previsible es que la condena final no alcance ese número y sea además condonada debido al tiempo que el responsable de WikiLeaks ya ha pasado en la cárcel. EE UU renuncia así a su estrategia de acusar a Assange de 18 delitos, uno por intromisión en un ordenador de propiedad federal y otros 17 contra la ley de espionaje. Unos cargos por los que podría haber sido condenado a 175 años de prisión después de que Washington diera garantías a Londres de que no se le aplicaría la pena de muerte.
Parte del material objeto de la persecución estadounidense fue publicado, en una operación coordinada, por varios de los principales medios del mundo, The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y EL PAÍS, en lo que supuso una de las mayores revelaciones periodísticas mundiales sobre los objetivos y métodos del Departamento de Estado de EE UU, destapando en ocasiones hechos y políticas que tenían poco que ver con la versión oficial dada desde Washington. Se trató, por tanto, de un ejercicio del legítimo derecho a la información en las sociedades democráticas.
Desde entonces, la reacción de las diferentes administraciones estadounidenses —republicanas y demócratas— se había convertido en la piedra de toque de una estrategia que, amparada nominalmente en el procesamiento de un individuo concreto, trataba en realidad de amedrentar a los medios de comunicación.
Queda aún por culminarse el acuerdo judicial y que la situación de Assange —que ya está, libre, en Australia— esté definitivamente resuelta, pero, en cualquier caso, ha terminado un calvario personal después de 11 años de procesos judiciales, diversos encarcelamientos y siete años de refugio en la embajada de Ecuador en Londres, durante los cuales fue objeto de espionaje las 24 horas al día, según reveló EL PAÍS.
Aunque con el sabor agridulce de que Assange haya tenido que declararse culpable de un delito de espionaje que siempre negó —con las implicaciones que esto pueda tener en futuros casos similares—, es una excelente noticia el fin de la persecución de una figura clave de la libertad de prensa en un momento en el que el derecho a la información está muy amenazada a nivel global.
Comovente o Editorial: a pequenina Bolívia consegue defender a democracia enquanto o gigante do norte deixa o mundo assustado com maus agouros de um debate eleitoral.